HAMBRE


HAMBRE, me dice Pablo que eligieron esa palabra por su fuerza, porque a todos les gustó en un momento de incertidumbre mientras pensaban como llamar a la exposición, o lo que sean estas 5 intervenciones en estas 5 oficinas del nº 2 de la calle Duque Fernán Núñez.

A todos les gustó, y es que esta exposición se ha hecho entre todos, naciendo como iniciativa común frente a las dificultades de exponer, eligiendo unas oficinas que se alquilan para dar clases. Con la colaboración del propio dueño del inmueble, XXX, y de XXX que ha editado el catálogo, no exento de dificultades pues las obras se han realizado después de imprimirlo. Esta misma dificultad se la ha encontrado la comisaria KyongFa Che que no es una comisaria al uso, pues no ha podido comisariar obras que no existen, al menos de forma explícita, aunque sí en germen.

Y es que las intervenciones se han hecho una vez vacías las salas de su uso habitual de aulas y del mobiliario. Las propias salas se convierten en mayor o menor medida en parte de la intervención como podremos ver. En este sentido, las oficinas es el soporte de la obra. Esta importancia se refleja en el estupendo catálogo, al aparecer en una hoja el embrión de la intervención y enfrentado el aula en su estado original.

HAMBRE no es un hilo conductor, o por lo menos no lo consideran así los artistas. Nos da pie a bromear sobre la cumbre que sobre este tema ha tenido recientemente el G8. Pero esta palabra si define la situación límite en la que se encuentran algunas personas y que, por analogía, evoca la situación de estos artistas, hambrientos de crear y exponer su obra, en medio de las dificultades que se lo impiden.

Las intervenciones, al margen de las circunstancias mencionadas de los artistas, no tienen mucho que ver unas con otras. Veremos algo sobre cada una de forma consecutiva siguiendo el orden inverso a las agujas del reloj.

Pablo presenta una obra nueva, distinta a lo que nos tiene acostumbrado. Según él, es una nueva linea de investigación, más conceptual y que tiene que ver con la percepción. Al fondo del aula se ve un cubo formado por espejos e iluminado por un foco. La luz que incide provoca los connaturales reflejos en suelo y pared. Más adelante, lanza su propuesta conceptual, desaparece el cubo especular y se quedan, materializados, las sombras, los reflejos. La operación ha sido sencilla, en ese mismo sitio ha puesto el cubo y la luz, el objeto perceptivo y el vehículo de la percepción, ha señalado los efectos que ésta produce y después los ha materializado. Los reflejos son superficies blancas en el suelo y en la pared, y la sombra es el volumen que ésta ocupa en el espacio: la base cuadrada en el suelo y los contrarrayos de las sobras que parten de las caras posteriores del cubo y llegan al suelo. Así, reflejo y sombra se tratan de distinta manera, uno es una superficie blanca, la otra un volumen negro.

Esta investigación incipiente, según el autor, tiene que ver con lo que hay entre el ojo y el objeto, con la luz que nos permite ver las cosas. Demasiado precipitado sería hacer alguna aportación conceptual sobre lo que es o quiere o puede ser esta intervención y el proceso del artista. A mí me ha recordado lo que decía el gran arquitecto Louis Kahn, sobre que la materia era luz gastada. Pero estas líneas pretenden ser un paseo por una exposición, no una aproximación profunda.

Pasamos a ver la intervención de Nuria. Aunque al principio choca por su austeridad, un compañero suyo la excusa diciendo que acaba de llegar de un viaje y que apenas ha tenido tiempo, una posterior reflexión hace que la recordemos como algo evocador y casi mágico. En el catálogo aparecen unas sillas cubiertas por un plástico, amontonadas, como para evitar que se llenen de polvo. En el sala el plástico se ha convertido en unas telas doradas, como si el polvo acumulado fuera de oro, como señalando la dimensión aurea del paso del tiempo. El desconocimiento de la autora y de su versión de los hechos nos oculta sus intenciones, pero una mirada tan austera como su intervención, anima la imaginación en su lado más onírico. Da ganas de coger los paños y hacerles volar como un fantasma, o ponérselos a modo de túnica e interpretar una tragedia griega, o no sé cuantas cosas más, a la vez que se observa las sillas bajo tales ropajes esperando a que pase algo o se encuentre la clave hermenéutica.

Según comenta Luís de su obra, algo así busca o espera del espectador. Su intervención es más narrativa, tiene una historia detrás que la cuanta con entusiasmo. “el camino del éxtasis” que así se llama su intervención, consta de tres banderas en una esquina de la sala, un gran cuadro tumbado en medio de la misma, y un monitor con una grabación en bucle sobre una bandera española doblada y sucia de tierra. Cada cosa tiene su historia y una común entre ellas, lo que podríamos llamar tema. Pero Luís espera que sea el observador el que aporte con sus observaciones. Lo justifica diciendo que las palabras ya no significan nada, pero no dejan de salir de su boca, y de ellas espera todo, no de las suyas sino de quien mira por primera vez este tridente objetual.

Cuenta con su entusiasmo como el diseño de las banderas que están arrinconadas lo ha sacado de Internet, eligiendo las que más le han gustado y después las ha confeccionado, la emoción aumenta cuando comenta que alguien le ha dicho que una es carlista – ¡se van a creer que soy facha!- dice entre carcajadas.

Después pasa al cuadro del suelo, un inmenso lienzo donde aparece un hombre con las extremidades abiertas y el tronco devorado por tres perros. Le vuelve a ilusionar que los visitantes aporten, esta vez son Dani y su acompañante, que le han comentado que pictóricamente se parece a un artista que desconozco. Luís menciona otra vez Internet para decir que lo buscará.

Por último el video, y aquí mi gran aportación, comento que las tres veces que he pasado está siempre el mismo fragmento –sí, es un poco largo- dice como excusándose a mis brillantes palabras. Esta es la historia más interesante y donde el autor se ve inmerso en el asombro. Son tres días de grabación con la cámara fija en un trozo de terreno de su jardín o finca donde vive; el primer día se ve como entierra la bandera que sirve de base del monitor (este es el trozo que he visto tres veces); el segundo y sin que el haga nada aparece su perro comiéndose un conejo encima de la tumba, tal vez uno de los perros que han devorado al hombre del cuadro; el tercer día y en el mismo sitio aparece una serpiente muerta… ante tales coincidencia involuntarias, el asombro le hace preguntarse si hay un significado oculto. Dani hace referencia a la leyenda de la fundación de México, donde ha estado recientemente.

Por cierto, el tema de la intervención es la patria pero las palabras nos han llevado más lejos, ¡y eso que no significan nada!

Como se ve, Dani está por ahí, no expone, pero siempre aporta…

La siguiente sala, bueno, sala, más bien es un pasillo, es la de Javier. Cuando doy la primera vuelta a las oficinas oigo al autor comentar que durante el montaje le llaman y le dicen que ya están quitando las sillas y las mesas, a lo que responde sonriendo: -no las mováis mucho que tal vez me interesen. ¡Y tanto que le interesan! ¡ha convertido la sala más grade en un estrecho pasillo en ele con altos muros de sillas y mesas amontonados qué más quisiera Richas Serra! La potencia espacial de la angostura se refuerza por el equilibrio inestable del mobiliario. El aula tiene tres puertas, dos enfrentadas y que dan paso a las intervenciones de Luís y Antonio, y otra abierta al pasillo. Cuando se ve ésta por primera vez, parece que es el almacén donde se han guardado los antiguos inquilinos de las aulas. Pero, cuando más adelante se descubre la segunda puerta que da paso al pasillo, te das cuenta que lo visto anteriormente tiene otra intención distinta al utilitarismo nacido de la necesidad. Es una sencilla intervención pero de gran fuerza, que te recuerda las delicadas sillas amontonadas por Nuria. Otra vez las preexistencias son origen y motivación para el artista.


Y tras el caos de tableros y asientos: ¡el apogeo de color!, o mejor dicho: ¡el Apocalipsis! de Antonio. De éste si me acuerdo del título: “no comer, no beber, no llorar”. Las imágenes iconográficas se reparten por el suelo: una cruz en llamas flanqueada por dos serpientes (tal vez las de Luís), un cordero pascual con rayos que salen de patas, boca y ojos, un inmenso sagrado corazón negro, las tres cruces del calvario convertidas en horcas, un cáliz dorado con el ojo que todo lo ve sobre él, y todo rodeado por una gran nube blanca y gris que apenas deja un poco de suelo libre, algo más que la obra de Javier y más espaciado en la vertical. Los materiales de elaboración: arroz, pipas y sal para las nubes, sugus y regaliz para las horcas, cintas de regaliz negó y bridas para el sagrado corazón, botes de legía y de kétchup para la cruz, los tapones para las serpientes, palillos para las llamas, monedas de chocolate para el cáliz y otra vez regaliz negro en forma de flechas dispersas… elementos comestibles y recipientes que se encuentran en las cocinas. Curiosamente la sala donde interviene es un aula para camareros, con alacenas vacías pero que contenían bajillas, cristalerías y algún producto de cocina como se puede ver en el catálogo. Ahí encontramos la cita que da sentido al título de su obra y que es del Apocalipsis: “ya nunca más tendrán hambre ni sed, ni caerá sobre ellos el sol ni calor sofocante alguno y enjugará toda lágrima de sus ojos”

Por último se pasa a la barra donde están unos estupendos canapés de diseño y un ponche, por supuesto es el lugar más lleno de gente a pesar de no tener aire acondicionado, y las risas y el buen rollo se esparce, olvidándonos del título de la exposición. Tal vez aquí es donde se encuentre la tercera vía de de-construcción constructiva: “analizar los componentes de la amistad”.

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