PABLO VALBUENA

Dicen de Miguel Ángel que cuando esculpía buscaba sacar la figura que ya estaba dentro y había visto. ¿O tal vez no? ¿Cómo es posible que una de sus ultimas esculturas, una piedad con su hijo muerto en los brazos y que quedó inacabada, fuera bruscamente corregida a mitad de proceso cuando el escultor había llegado al culmen de su técnica? La verdad que no sé lo suficiente sobre este maestro para contestar a esta pregunta, pero tal vez ese punto de partida de ver el objeto dentro de la materia, y que ya es un tópico, estuviera cambiando…

Chillida, sin embargo comentaba que él no tenía una idea clara del resultado de una obra cuando la empezaba, sencillamente se ponía a esculpir y cuando el resultado le parecía familiar dejaba el proceso. Él no buscaba el “bulto redondo”, la figura que el material encerraba en su interior y que Miguel Ángel era capaz de ver, pero sí buscaba sacar a la luz el espacio que encerraba. (Espero que Pablo me disculpe por hablar de Chillida y no de Oteiza que según él es el verdaderamente interesante)

Uno, buscando la figura interior que ya está en el bloque de mármol; otro, descubriendo el espacio que también está dentro de la materia, ¿no habrá intentado Pablo Valbuena señalar la geometría que ya existe en la Plaza de las Letras en un proceso interior similar a los señalados anteriormente?

Tal vez nos ayude ver algo sobre el proceso y el pensamiento de Chillida. Ya hemos dicho que él empezaba una obra sin una imagen fija de cómo sería el resultado, es más, afirmaba que las cosas más interesantes surgían cuando se metía en procesos desconocidos (siento no poder ofrecer citas concretas que aportarían gran riqueza de matices, pero no las tengo presentes mientras hago estas anotaciones).
Pero este punto de partida no quiere decir que no tuviera principios.

En el ensayo “arte y espacio” que Heidegger dedicó al escultor y que éste ilustró con sus collages, habla del espacio como protofenómeno, es decir, como fenómeno que hay que experimentar por sí mismo, que no hay que referir a otro fenómeno para captarlo ni que hace referencia a otros fenómenos. Además apunta que el espacio-lugar está en las cosas y que no es una consecuencia de la acción de espaciar, sino más bien al contrario, si se pueden abrir espacios es porque estos ya existen en las cosas. Sin entrar más en profundidad, vemos como Chillida puede partir de esta concepción del espacio como algo real que está en las cosas, y no tanto como una categoría que está a priori en la mente (aunque Heidegger, como buen moderno, no consigue escapar del todo del inmanentismo). Este fenómeno tan peculiar, que es el espacio, al estar en las cosas puede sacarse a la luz, ser mostrado; algo así nos comentó el propio escultor a un grupo de estudiantes sobre como restauró Zabalaga, su antiguo casón y que es el actual Chillida-Leku, en el que él iba quitando materia según se lo iba pidiendo la casa.

Como vemos, aunque no tiene una idea clara de lo que será el resultado de la obra, si parte de algo que en ella está previamente, como haría Miguel Ángel. La figura de éste y el espacio de aquel es algo buscado en su obra pero no son “tema” de la escultura, éste puede ser el David o el peine del viento, pero no la escultura o el espacio.

Pablo busca la geometría que ya está presente en la Plaza de las Letras, es más, es uno de los elementos fundamentales y que a distintos niveles (urbana, arquitectónica, del mobiliario o del despiece del suelo) ha utilizado el-los arquitecto-s que han proyectado este rincón de la ciudad. Pero ¿Cuál es, si existe, el tema? Está claro que la autonomía del arte en la modernidad nos permite andar sin preocupaciones sobre este tema…

Pero volvamos a Chillida por si nos da más pistas. Son múltiples los ejemplos en que Chillida señala con su obrar el espacio-lugar que ya está ahí, pero las que tal vez sean más significativas son aquellas de escala urbana-social: el peine del viento, el elogio del horizonte, la plaza de Vitoria y el hito irrealizado que supone Tindaya. Espacios urbanos que al actuar el escultor (¿y arquitecto-urbanista?) hace que acontezca el espacio, como pasa con la alegoría del puente de Heidegger. Es el artista actuando como enmarca, no un simple paisaje, sino algo más, para que el espectador lo descubra: el límite del horizonte de Oviedo o San Sebastián, el límite del Atlántico y el Cantábrico en el peine del viento, etc. No entraremos más allá en lo que es el límite para Chillida, sólo señalar que él lo ve adimensional, inconmensurable. Lo que si creo, es que en Tindaya busca reunir en este espacio-lugar que es el horizonte, a todos los hombre, porque ve este límite como la patria común de la humanidad. Chillida se mueve entre sus grandes búsquedas teóricas e intelectuales sobre el límite, el espacio y el tiempo, y entre su preocupación social, e incluso diría gran generosidad, por compartir experiencias artísticas, espaciales y urbanas; estos son realmente sus temas.

Pablo, tiene formación de arquitecto, además en la Escuela de Madrid, y eso marca. Se le ve cómodo actuando en un espacio urbano, preguntándose cual es el papel de las performaces en la ciudad, viendo su obra como un evento, no sé si barroco, es demasiado pronto para decir esto, la verdad es que es demasiado pronto para decir casi nada, porque habiendo dicho cosas muy interesantes, creo que lo más interesante está por venir.

En la Plaza de las Letras (bonito nombre para hacer una actuación) la luz, como un rotulador fluorescente, va marcando las juntas del pavimento, las aristas de los bancos y los planos que delimitan juntas y aristas, en un desarrollo rítmico que habla del tiempo, creo que va acompañado de música peor cuando estuve no se oía, también llovía, pero los brillos del agua permitían hacer más sutil ese sacar a la luz la geometría que ahí está.

La forma de este mostrar lo que ya existe, habría que preguntarse si la geometría es otro protofenómeno como el espacio, no es como diría Chillida con “la materia incidiendo sobre el espacio, el espacio incidiendo sobre la materia”, sino por medio de la luz.

Luz proyectada, con una técnica y según un proceso que desconozco en su integridad.
Luz sobre materia, tal vez materia corpuscular sobre materia elaborada.
Luz sobre la superficie, verdadero límite bidimensional entre materia y espacio.
Luz que señala la huella del arquitecto pensando y el obrero ejecutando, señalando juntas y aristas y los planos delimitados por éstas.
Luz puntual como un foco errante que rompe todas nuestras teorías.
Luz caligráfica que en la Plaza de las Letras escribe el nombre del autor y el titulo de la obra.
Luz de discoteca, luz símbolo de esa chispa divina que es la inteligencia.
Luz sobre la ciudad que es la gran materialización de la cultura.

Creo que los medios son tan ricos, luz y materia, luz y cultura, luz y ciudad, que el “tema”, si existe, tienen entidad suficiente para decir que esta no es una obra vacua, un divertimento, un espectáculo urbano sin más…

Creo que también la búsqueda que parece intuirse en Pablo está llena de profundidad. No sé como se plantean en otros artistas actuales estas búsquedas de lo que hay en las cosas y de los que se puede mostrar de ellas. Esta especie de fenomenología artística que vemos en Chillida y en Heidegger. Este partir de lo que tenemos delante, de lo que acontece, de lo que se nos presenta en su pre-esencia, en su par-usía, y que el artista en su “poner en obra” nos lo muestra.

Viendo como unos niños jugaban con las lucecitas de Pablo, me acordé de la impresión que me produjo un chiquillo jugando con las piedras y el agua del estanque del pabellón de Barcelona de Mies Van der Rohe; después de una sesuda conversación sobre este hito de la arquitectura, de la sutileza de las percepciones, y de muchas otras cosas más, el discurso racionalizado de este “racionalista” se enterneció con la visión de este niño disfrutando, la forma también cumplía su función emotiva.

El soporte de la obra de Pablo, en este caso, es la ciudad lo que le da una enorme ventaja, y es que el ejercicio mental de su obra está expuesto a la espontaneidad del viandante. No parece que se caiga en una obra autista, autosatisfactoria, aunque debe satisfacer mucho poder hacer lo que ha hecho. No creo que viajes y éxitos le hagan perder profundidad y perder de vista la dimensión social de su obra que tan interesante me ha parecido.