EL QUE NO PUEDE LO QUE QUIERE, QUIERA LO QUE PUEDA

La primera vez que vi una imagen de la catedral de Colonia no fue en clase de arte, sino en un bar de copas. Era una de esas postales un tanto underground que están en la entrada de los garitos en unos expositores.
De la que ahora tratamos, era una fotografía de la de la fachada con la siguiente leyenda:
“Comprobado científicamente: la fe mueve montañas”
Al margen de la supuesta paradoja, la imagen se me quedó grabada.
Tiempo después volví a tener noticia de dicha obra de arquitectura leyendo una biografía de Mies Van Der Rohe. En ella encontré este comentario de su padre al hermano del arquitecto:
“Vosotros ya no sois canteros -decía- ¿Conocéis el pináculo que remata la aguja de la catedral de Colonia? Pues bien no se puede trepar hasta allí y verlo con cuidado, pero está labrado como si se pudiera. Está hecho para Dios”
Cierto halo de misterio empezó a rodear mis pensamientos sobre esta catedral, que pude experimentar cuando, por primera vez, la visité. Después de la impresión que me produjo entrar en ese inmenso espacio transparente, pude subir a ver el pináculo y comprobé que era una verdadera obra de arte. La piedra tan finamente labrada, en formas seriadas casi industrialmente, parecía recién sacada del taller de aquellos...
-Un momento, un momento, de esto ya ha hablado Oscar Tusquets1.
-Bueno, realmente no quería hablar de cómo hacer los detalles que nadie ve, sino de las azoteas y sus posibilidades.
-De eso también hay mucho escrito y hecho… pero adelante.
Antonio López y la ciudad como infierno
En una entrevista a Antonio López se podía ver su cuadro “Madrid, desde Torres Blancas” y, al pié, la primera pregunta con la siguiente respuesta:
“El infierno puede ser muy interesante, pero para vivir… no sé. Las ciudades grandes son todas infernales. De todos modos, esas cosas no las eliges (…). Las grandes ciudades son un error de nuestra cultura, de nuestra época. En ellas no se puede vivir bien.” 2
Viendo el cuadro parece que la ciudad es como la pesadumbre de los cuerpos de Miguel Ángel y el horizonte la luz de las esculturas griegas, de las que habla el pintor en la película de Erice3. Viendo Madrid compacta, sin coches, sin personas y casi sin vegetales, se diría que es un infierno, pero vacío. Un paraje inmenso y yermo, que espera a que se pose por primera vez la mano del hombre.
Pero dejemos la hermenéutica. Que Madrid o cualquier gran ciudad es difícil de vivir, parece obvio, que son un error de nuestra cultura también, pero lo más interesante de estas declaraciones es el patetismo, el sentido trágico que le hace decir “esas cosas no las eliges”. Partiendo de que en la ciudad que elegimos vivir, hay circunstancias que no elegimos y que la hacen poco vivideras, sí se puede ver qué hacer.
Santiago Cirugeda4 propone el alquiler de azoteas para la construcción de viviendas en arrendamiento, incluso ha colgado un contrato proforma. Es muy divertido ver como un equipo de “cliks” construyen estas casas, está en youtube5, donde también se puede ver el proceso de una de esas construcciones.
Otros muchos han dado distintas soluciones más o menos utópicas. Alguna empresa ya lo ha puesto en práctica, como la empresa Loft Cube en cuya web6 muestra algunos ejemplos. O acciones más prosaicas como la de ATICA MUNDI que construye trasteros en las cubiertas aprovechando que por normativa no computan edificabilidad.
Parece que estas acciones hacen eco a Alberto Campo cuando postula como solución al precio de la vivienda el socializar el suelo y dice: “pongan a trabajar su imaginación” 7.
Pese a estas propuestas interesantes yo pienso que hay un enorme potencial y aunque desde la administración también se ha hecho alguna cosa, como los estudios sobre los edificios que aun no tienen agotada la edificabilidad, urge un estudio urbanístico serio que sea una herramienta útil para el aprovechamiento de estos espacios de azotea.
No sé si desde un cuadro se puede hacer urbanismo, o desde cualquiera de las películas de Win Wenders u otras formas de mirar la ciudad, pero Antonio López nos trasmite una verdad nada desdeñable: el inmenso solar vacío que suponen las azoteas en la ciudad, y la belleza del cielo de Madrid, tantas veces cantada por los poetas.
-¡Y ahora te pones cursi!
-Está bien, seguiré propositivo.
Chillida y el horizonte como patria común
“Todos los hombres somos hermanos. ¿No será el horizonte nuestra patria común? ¿No serán también el presente en el que vivimos otra frontera, otro límite, otro lugar sin dimensión como el horizonte? ” 8
En esta cita, Chillida plantea dos de sus grandes temas: La fraternidad universal y el horizonte como límite entre cielo y tierra, que podemos descubrir en obras como el peine del viento o Tindaya.
Cualquiera que haya estado en una junta de vecinos sabrá que no es precisamente modelo de concordia, pero es uno de los pocos momentos en que los ocupantes de un mismo inmueble se reúnen en un espacio común y en un presente, que es donde se da la relación.
En la mayoría de los edificios faltan lugares de relación donde encontrarse con sus vecinos, y se limita al escueto espacio del ascensor, que ha dado lugar a todo un género literario: la conversación de ascensor.
Para salvar estas situaciones nada cómodas, propongo la recuperación de los espacios de azotea convirtiéndolos en lugares de encuentro, como plazas elevadas e íntimas desde donde ver el horizonte perdido en la ciudad. Son muy interesantes las propuestas que giran en torno a las cubiertas vegetales, que las convierten en un verdadero “locus amoenus”, lugar ameno y de esparcimiento. Esta sencilla receta haría mejorar la salud social de los habitantes de los bloque de viviendas y pondría remedio a parte de los casos de patologías de un modelo de vivienda más individualista.
-si, y ahora me dirás que es sostenible.
-eso lo dirán los expertos.
Ortega y Gasset y la mirada disparada
El horizonte como patria, el skyline como paisaje habitado, convertir las azoteas en soporte de un autentico land art popular, donde los vecinos se convierten en los promotores de espacios semipúblicos tan necesarios.
Ejemplos cultos hay. El pináculo de la catedral de Colonia se ha convertido en un verdadero reclamo turístico, no sólo por las vistas de la ciudad que muestra, sino también por la impresión que producen sus labrados; la experiencia de pasearse por las azoteas de la Pedrera es de silencio, de tiempo suspendido. También Le Corbusier nos ha dejado sus propuestas… no se trata simplemente de terrazas mirador y espacios donde el tacto toma protagonismo, sino de fundirse con el paisaje, y así, las cubiertas dejarán de ser sitios vergonzantes que nadie quiere enseñar y desde donde no se puede mirar.
En estos ejemplos se pude decir que la mirada procede con tacto. Pero busquemos una mirada que mira.
Ortega dice que “en Castilla, la mirada suele ser disparar la flecha visual al infinito” 9 Mientras que en Asturias, “lo primero que vemos los castellanos es que no vemos”. La mirada es siempre un fracaso visual. Esta idea, aunque con un lenguaje políticamente poco correcto en la actualidad, nos sirven para ver cómo la mirada a pie de calle en la ciudad se encuentra con una situación similar que en el paisaje astur.
Lo que aquí se postula es la salud visual que nos libre de un posible caso de agorafobia, recuperar el horizonte perdido en las grandes urbes que nos aquiete el espíritu agitado por el choque de lo inmediato. Como en el Peine del viento, donde convive el romper violento de las olas con la serena línea donde se unen cielo y mar, y que Chillida con su actuación nos descubre y muestra, socializando lo que para él ya era una experiencia individual ¡Qué gran artista!
¿Es posible esta mirada disparada en medio de la ciudad?
“En el paisaje castellano todo parece adquirir porosidad, las piedras no acaban donde acaban, sino que en sus poros penetra el azul del cielo y el bermellón de los terrazos. Una ciudad bajo la luz radiante, pierde su gravedad y comienza a flotar como los cirros vagabundos que navegan sobre sus campanarios”
-¡Anda, como en el cuadro de Antonio López!
-¿pero no habíamos quedo que la ciudad era un infierno?
-¡Será cuestión de altura de miras!
Pero el recuperar lontananza perdida, no pretende ser un grito de añoranza, también reconocemos el valor del mirar cercano de a pie de calle:
“¡La canción! Los valles cantábricos se hallan siempre resonando canciones de mil años que se escampan como pájaros por los claros de la fronda. En Castilla el campo mudo. Yo imagino que uno y otro paisaje se increpan mutuamente. ¡Campo sin soledad y sin olores!, dice al de Asturias el castellano, ebrio de aislamiento, de agudos perfumes: tomillo, cantueso, mejorana. ¡Campo sin canciones! Responde desdeñosamente el vallecito astur a la imperial lontananza.”
Pero, mientras que lo uno lo vivimos a diario, lo otro hay que buscarlo o fuera de la ciudad o encima, donde viven los sueños,
-Como dice Ortega:
“Chi non può quel che vuol, quel che può voglia”
-¡Eso lo dijo Leonardo!
-También.
Bibliografía
1 Oscar Tusquets Blanca, “Dios lo ve”. Editorial Anagrama, 2000.
2 Antonio López, entrevista en XL Semanal de ABC, 3 de enero de 2009.
3 Víctor Erice, “El sol del membrillo”, 1992.
4 www.recetasurbanas.net
5 http://es.youtube.com/watch?v=6NVntOcE6Rg
6 www.loftcube.net
7 Alberto Campo Baeza, “la ciudad machacada” revista del CSCAE, nº 2/2007
8 Eduardo Chillida, “Escritos” editorial La Fabrica, 2005.
9 todas las citas: José Ortega y Gasset, “El Espectador”

1 comentario:

Maru García dijo...

MANU, MARAVILLOSAS IDEAS, PROYECTOS... PALABRAS. ADELANTE, TU LO QUE SUEÑES LO PUEDES PODER...